miércoles, 24 de diciembre de 2014

"SALIDA DE EMERGENCIA", DE MANUEL MOYA.


   Varios son los libros que el escritor onubense Manuel Moya (Fuenteheridos, Huelva, 1960) ha sacado a lo largo de este año 2014, entre relato y poesía. En ambos géneros ha demostrado una vez más su amplio dominio de las técnicas de la escritura y sus innegables dotes como escritor de sobrado talento, reconocido con premios de relieve en el panorama de las letras hispanas. Su perfecto e innovador castellano, destaca por la propiedad con que es utilizado, tanto en sus registros cultos como en las hablas jergales , marginales y coloquiales.Viene esto a cuento porque acaba de salir en la editorial sevillana La Isla de Siltolá el último de sus libros de poesía, el cual lleva por título Salida de emergencia
   A primera vista es obra que parece estar en deuda con la poesía de Luis Rosales, aquella con que el granadino pudo realizar su aportación más personal y novedosa a la poesía española de posguerra, a través de sus libros La casa encendida (1949), cuya edición definitiva se publicaría en 1967; y Rimas (1951). El libro de Manuel Moya debe más al primero que al segundo, pues La casa encendida es un poema-libro escrito en verso libre y sin estrofas, donde Rosales entremezcla lirismo y narración, existencialismo e imaginación, racionalidad e irracionalidad, dando inicio a una nueva poética personal que incorpora recursos de César Vallejo y de Antonio Machado:

   "Como el náufrago metódico que contase las olas/ que le bastan para morir,/ y las contase, y las volviese a contar, para evitar/ errores,/ hasta la última,/ hasta aquella que tiene la estatura de un niño, y/ le besa y le cubre la frente,/ así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo/ de cartón en el baño,/ sabiendo que jamás me he equivocado en nada,/ sino en las cosas que yo más quería" (Luis Rosales, Rimas, 1951).

   Del poema citado hace uso Manuel Moya en su largo discurso lírico, tal si fuera una extensa letanía versal o una tela urdida con fragmentos mínimamente unidos o enlazados por una suerte de lógica ilógica, la cual viene a estar representada por el llamado flujo de conciencia, recurso muy utilizado en nuestra narrativa ya desde el pasado siglo. Haciendo uso del mismo, el poeta deja fluir su pensamiento inconsciente y a la vez su conciencia en aparente libertad. Y digo en "libertad aparente" porque todo aquí está medido y bien medido, meditado y bien meditado como corresponde a un poeta riguroso que sabe bien lo que hace. El libro se convierte así en una especie de examen de conciencia y en un proceso de consciencia, pues supone una catarsis que algo tiene que ver con el psicoanálisis y la confesión más o menos deliberada, a través de la cual el poeta vuelca su ser y estar en el mundo sobre la realidad y sobre las emociones, a la vez que toma conciencia de las cosas que le rodean. Se trata, en ocasiones, de hacer consciente lo inconsciente, de dejar fluir el pensamiento para que aflore aquello que produce desazón interior, dolor de ser y de existir. Y ello porque vivir es dolerse.

    Salida de emergencia es, din duda, un título revelador. En ese proceso interior de búsqueda se intenta encontrar respuestas satisfactorias que permitan orientarse al poeta en un mundo a la deriva y para el hombre deshabitado que anda en continuo tropiezo y con serias dificultades a causa del "desorden" de ese mismo mundo. Ese y no otro parece ser el signo de la literatura más comprometida con el ser humano a raíz de las dos guerras mundiales, el anuncio de "la muerte de Dios" por parte del filósofo alemán Nietzsche (muerto de Dios, el hombre queda en orfandad absoluta, sin referencias morales y se convierte en una suerte de Parricida errante que hace del desasosiego su seña de identidad), así como de la llegada del Existencialismo con Sartre. Toda la obra de Manuel Moya, y también este libro, es expresión de un serio compromiso con el ser humano y su dignidad.
   

   Así este largo poema-río que fluye a lo largo de más diez años en que se ha visto sometido a reelaboración, pues el poeta de Fuenteheridos no da una obra por concluida aunque se encuentre publicada ya, tal y como le pasaba a Juan Ramón Jiménez, quien sometía a su obra a una continua revisión motivada por una especie de insatisfacción personal en lo logrado. El fluir temporal, la evolución y la maduración de sentimientos y emociones, de pensamientos y reflexiones se hacen notar aquí y el lector no deja de tener la sensación de que se encuentra ante el proceso de una obra en marcha, ante una persecución constante de lo inefable humano.



                                      José Antonio Sáez Fernández.






No hay comentarios:

Publicar un comentario